No sé si ustedes,
queridos lectores, trabajan en una oficina. Yo, de vez en cuando, también. Y el
día más odioso es cuando voy y me olvido de llevar alguna merienda dulce.
Porque la ley de Murphy dice que esos días van a ser los días mas complicados
de la semana y que me va a venir una angustia oral de aquellas que no se
arregla con cualquier galletita de maquinita tragamonedas. Me toca salir a la
calle a buscar algo. Y si supieran donde trabajo, se darían cuenta que no es
moco de pavo.
Hace poco me
aventuré por el barrio tipo Far West y llegué a un kiosko al que no entraba en
décadas. El kiosko estaba lleno de gente así que me dio unos minutos para hacer
mi selección. De pronto vi unos alfajores que nunca había visto antes en mi
vida. Se llaman El Artesanal de Minas y tenía un tamaño generoso, proporcional
al ataque que me había llevado a arriesgar mi vida por esas calles del señor.
Volví , apenas
salva, a mi escritorio y procedí a la cata. A pesar de no ser alfajor de chocolate,
me gustó mucho. Todo muy suave, con bastante dulce de leche y abundante baño
blanco de ese que cuando mordés parece que estuvieran en una Navidad blanca del
hemisferio norte porque tú y tu alrededor quedan llenos de copitos de baño
azucarado.
Y así, con mi
cuota de dulzura, pude encarar el resto de esa tarde complicada. Si recibía
alguna otro grito de parte de mis superiores, simplemente pasaba un dedo por
los remanentes blancos sobre el teclado. Algunos compañeros que no vieron el
alfajor original, miraban con desconfianza dicha práctica y me sospecho que la
próxima vez que vaya por la oficina me van a hacer alguna pruebita anti doping.
Todo lo que van a encontrar es exceso de glucosa.
A veces hay que
ponerle doble dosis de azúcar a la vida. Y ahora sé que El Artesanal de Minas
cumple bien dicha función.\
Alfajor El Artesanal de Minas
No encontré nada en Internet sobre el alfajor
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