Desde que existe
la Banda Oriental los portugueses han intentado quedarse con nuestro
territorio. No lo lograron, pero se quedaron con nuestros estómagos y nuestra
gula. No hay más que pasearse por las góndolas de chocolates en los supermercados
o por las ferias vecinales para darse cuenta que casi todo el chocolate y
muchas galletitas que consumimos es de producción brasileña.
Uno de los dulces
brasileños que ya son una tradición en las mandíbulas de los golosos uruguayos
son las Amanditas. Esas almendras de mentira que son más ricas que las
verdaderas. Una fina oblea que rodea una pasta consistente y deliciosa de algo
que parece chocolate y tal vez sabor a almendra (¿o será pura sugestión?)
probablemente todo artificial. Todo un vicio, no hay como parar después de
comerse la primera.
También se podría
escribir un tratado sobre como comerlas. Los cronopios de Cortázar seguramente
coman las Amanditas de uno o dos mordiscos enormes. Los famas tenemos varios
métodos: comerse las obleas primero y luego el relleno es mi favorito. Pero
seguro que hay más.
Yo no sé
portugués, me pregunto cuál será la relación entre la palabra “amandita” y las
almendras. Busqué en el diccionario y almendra parece ser “amêndoa”. De todas
formas, el problema no me ha quitado el antojo de Amanditas. Creo que esa es la
definición de adicción.
Consumición: 1 caja
de 200gr= $ 66
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tal vez la etimilogía venga de que la que las inventó se llamaba Amanda!
ResponderEliminarCierto! O tal vez tuviera una hija llamada Amanda.
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