Los que siguen este blog habrán leído el miércoles que me interné en los recónditos
territorios carrasquenses durante la visita al salón de té Lavender. Al salir
de ahí, mis amigas del Joy Luck Club me dijeron que no podía irme de Carrasco
sin pasar por la panadería del Museo. Yo
pensé que nada fresco podía salir de una panadería que se llamara Museo. Solo
imágenes de panes fosilizados me vinieron a la mente.
Pero la verdad es que mis amigas tenían razón. Allá fuimos a la calle
Arocena y de solo entrar me casi me da un episodio diabético. ¡Tanta cosa dulce
y rica! ¿Cuál elegir? Había cosas diferentes a otras panaderías, como el
stolen, una rosca de almendras que se veía celestial, y el strudel. Todo de
inspiración sajona, herencia según dicen de su previa reencarnación como
panadería Hamburgo. Me dice mi amiga que la Hamburgo se transformó en la
panadería del Museo y que obviamente se quedó con muchas de sus tradicionales
recetas.
Finalmente, me decidí por el strudel de manzana que se veía perfecto. Y así
volví a casa y corté un pedacito para que El Brazo probara. Y otro para mí.
¡Qué delicia! Estaba fresco, recién hecho. La masa hojaldrada todavía no se
había humedecido por la fruta. La manzana estaba dulce y sabrosa y en la
consistencia justa: ni muy cruda ni muy reblandecida. La masa estaba cubierta
por un baño de azúcar impalpable que le daba un toque suficientemente dulce
para balancear la acidez de la manzana. Nos quedamos flotando un rato cual
dibujito animado.
Un pedazo fue seguido por otro, y cuando nos quisimos acordar nos habíamos
comido todo el strudel en una noche. Der Strudel war deliciesen delicatessen.
Kaput en una nochte. (ni intenten traducirlo con Google Translate porque todo
es un invento. No se aprende alemán por un solo strudel)
Perrito comiendo migas |
Consumición: 1 strudel = $ 105
Panadería del Museo
Av
Arocena 1978 Montevideo
No encontré página Web ni Facebook
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