No soy religiosa,
pero si hay un cielo, en este momento debe estar envuelto por un exquisito
aroma a café porque Isabel seguro los está deleitando con sus especialidades y
su gracia infinita.
Mi adicción a la
cafeína es viejísima, tan vieja como yo. No me acuerdo de mi primer café con
leche pero sí me acuerdo de dónde salía el café que llenaba mis tres tazas
diarias. Vivíamos en ese entonces cerca del Palacio del Café. Mis primeros
recuerdos son de cuando tenía 3 años y mi madre me llevaba a comprar los granos
venditos que perfumarían mi ración de leche. Y en aquel Palacio del Café estaba
su reina, Isabel, siempre radiante, siempre majestuosa.
En esos días yo
creía que Isabel era su dueña. Siempre nos recibía muy elegante y simpática con
un beso y en cada visita me daba un chocolatito Águila. Nunca supe quién pagaba
el chocolate pero para mí era ella que me lo regalaba y no había día de la
semana que me gustara más que aquel día en que la Reina Isabel, me esperaba en
su palacio de aromas hipnotizantes con un chocolate. Isabel era mi primera
amiga fuera del entorno familiar.
Unos años después
la escolaridad y una mudanza a barrios más lejanos me privaron de aquellas
visitas. El nuevo barrio contaba con un moderno supermercado que vendía el café
ya embolsado. La modernidad y conveniencia cambió los hábitos de compras de mis
padres pero la cajera del supermercado no solo no repartía chocolates sino que
ni nos dirigía una mirada.
El Placio del café en la época que Isabel trabajaba allí. |
Ya de adulta e independiente,
volví a vivir al Centro y volví a comprar mi café en el Palacio del café. Allí
estaba Isabel, más madura pero con la misma elegancia y actitud hacia sus clientes
y su trabajo. Entonces me enteré que no era la dueña sino una empleada. Con
Isabel aprendí que se puede amar y disfrutar de un trabajo, que se puede tratar
al trabajo y a los clientes con amabilidad y respeto. Y que si uno ama su
trabajo, puede estar allí toda una vida. Isabel se jubiló de su primer y único
trabajo hace ya bastante y se dedicó a disfrutar de sus viajes y su séquito de
amigos. Hizo muchísimas amistades entre compañeros de trabajo y clientes.
Hoy fui al
Palacio del café y me enteré de la mala noticia. La semana pasada la Reina
Isabel no pudo convencer al cliente máximo de que la dejara estar un poquito
más. Un quiebre de salud no se pudo curar ni con su fuerza de voluntad ni con
su amor a la vida.
Había soñado con
hacerle una entrevista para este blog algún día, para que ella misma nos
contara sobre su vida. Pero no llegué a tiempo. Ahora Isabel debe estar en su
nuevo palacio, porque seguramente sigue siendo una reina, y andará repartiendo
chocolatitos envuelta en una nube con aroma a café.
Te recordaremos
siempre Isabel.
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Precioso homenaje para quienes la conocimos.
ResponderEliminarGracias por hacerle a nuestra amiga .ese homenaje tan merecido .Silvia.ex companera de trabajo.
Eliminarfelicitaciones yo fui una empleada del Palacio y supe conocer a Isabel hermosa persona
ResponderEliminarHola Beatriz. Sí, Isabel fue una persona excepcional por su dedicación al trabajo y a sus amigos. Creo que tocó el alma de todos los que la conocimos.
EliminarGracias Silvia! A mi siempre me impresionó la cantidad de amigos que Isabel tenía y como supo alimentar esas amistades durante años. Quisiera poder seguir su ejemplo.
EliminarUna bella persona, inteligente, calma, con una mirada enternecedora, que combinada con su elegancia natural y su aspecto, daba muy bien con la talla de ser " la dueña", obviamente no lo era, (lástima) la conocí muchos años, una gran pérdida, que conociendo a los dueños, deberìan de haber sentido mucho su jubilaciòn , y para alguno màs... su partida. :(
ResponderEliminarGracias por pasar y contarnos más sobre Isabel. Muy buen punto lo de su elegancia natural y su aspecto, ella siempre elegante por fuera y por dentro. Toda una dama.
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