Tantas horas
haciendo cola en la caja del supermercado y mirando fijo ese envoltorio tan
adorable de Vaquita de Lapataia podían hacer adivinar que un día iba a caer. Y
caí.
El sobre es tan
adorable que da lástima abrirlo, pero no tanta lástima como para resistir la
tentación de probar su contenido. Abierto el paquete, apareció un producto
medio amorfo y no de muy buen aspecto. Estaba medio aplastado y un poco
cubierto de algo entre blanco y gris. Casi ni lo pruebo porque no sabía si eran
hongos (todavía no lo sé, pero al menos sobreviví el experimento y acá estoy
contándolo).
Con buen o mal
aspecto, me lo comí igual. Al fin y al cabo me debo a mis lectores del blog y
me tengo que sacrificar. La verdad es que estaba riquísimo. Me arrepentí de no
haber comprado más para verificar si todos lucían así. Me imagino que lo blanco
grisáceo era lo azucarado del dulce de leche solido que recubre el dulce de
leche del medio que es cremoso. Buena combinación y buen sabor. No es como
otras barras de dulce de leche que son firmes y con la misma consistencia en
todos sus puntos. La Vaquita es como el Ricardito, suave adentro y firme por
fuera. Una delicia.
Me queda ir a
comprar otros en otros lugares para verificar si todos se ven así o es en ese
supermercado que venden algunos medio fallados. En cuanto termine con la fase 2
del experimento, informaré acá mismo.
De todas formas,
me puedo imaginar adicta a las Vaquitas de Lapataia. No se verán muy lindas
pero son un buen toque de dulzura.
Arte rupestre que muestra una nativa del lugar intentando meter una vaquita dentro de un sobresito e creando así la primera Vaquita de Lapataia.
Arte rupestre que muestra una nativa del lugar intentando meter una vaquita dentro de un sobresito e creando así la primera Vaquita de Lapataia.
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